viernes, 18 de septiembre de 2015

El dinero y la felicidad

Decir que el dinero no da la felicidad es un tópico muy extendido. Pero también lo es decir que es un tópico argumentando lo contrario.
Los tópicos suelen ser falsos, salvo que no lo sean, y en este caso uno debe serlo y otro no.
En mi opinión, el fallo es que se intentan relacionar cosas de naturaleza diferente; un intento tan absurdo como debatir la influencia del ornitorrinco macho en la revolución francesa.
La confusión puede venir de que el dinero sí está relacionado con una serie de cosas que identificamos erróneamente con la felicidad:
El dinero conduce a una mayor comodidad y desahogo. El dinero disminuye una serie de preocupaciones materiales básicas. El dinero genera seguridad. El dinero nos proporciona un abanico de posibilidades de obtener placer en sus diferentes formas y colores.
Sin embargo, la comodidad, el no preocuparse por la subsistencia, la sensación de seguridad o la obtención de placer no son equivalentes a la felicidad. Es como que el blanco roto no es lo mismo que el blanco puro, aunque a muchos hombres nos cueste entenderlo o nos parezca un color inútil...

De acuerdo, puede que el dinero no de la felicidad, pero ayuda, ¿no?
No exactamente: La comodidad ayuda a estar cómodo, pero existen multitudes en nuestro planeta que son felices viviendo en medio de la precariedad y la incomodidad.
La ausencia de preocupaciones por la subsistencia básica no disminuye el número de preocupaciones con las que llenamos nuestra existencia. Otras ocuparán su lugar. Así mismo, existen también multitudes en la tierra que son felices sin tener asegurados esos mínimos.
La seguridad solo genera una sensación de espejismo y nos hace pensar que controlamos nuestra existencia. Pero nadie controla su vida al completo. Un cáncer no se puede controlar, la muerte de un ser querido tampoco, las consecuencias de nuestras malas decisiones o de las decisiones de los demás. La seguridad material es rápidamente fagocitada por la inseguridad de perder lo que ya tenemos, ...
El placer produce placer, que es una sensación unida a los sentidos y tan pasajera como el mismo evento que lo produce. 

La felicidad puede ir acompañada de placer, sensación de seguridad, comodidad o ausencia de preocupación. Pero no tiene por qué, con lo cual esas cosas no son parte de su esencia.
Pero entonces, ¿qué es la felicidad? ¿con qué podemos relacionarla?
Yo relaciono la felicidad con la paz, con el amor y con un sentido de vida.
¿Y no produce paz la comodidad y no tener que preocuparte de comer? Si confundimos la paz con la tranquilidad o con el placer, podría ser. Pero la paz debe ser otra cosa cuando se puede obtener en momentos de incomodidad, sufrimiento o inseguridad. De nuevo el blanco roto.
La felicidad, la paz profunda, el sentido de la vida, son otra cosa. Algo más profundo y relacionado con un sentido último de cada vida. Algo que va más allá de los parámetros materiales de este mundo y de la dictadura del tiempo sobre nuestros sentidos. Algo relacionado con la certeza de saber que no todo es un azar y una continua huida inútil del sufrimiento.
Lo que sí podemos afirmar es que el andamio de la paz auténtica siempre es el amor, porque cada ser humano está hecho para amar y ser amado. Da igual su condición social, sus capacidades o su estado de vida. Se trata de algo universal, y solo podemos alcanzar el más alto grado de realización de esa manera.
Por eso Dios, la paz, el amor, la felicidad y el sentido de la vida son conceptos que para un cristiano están íntimamente relacionados.

La razón de que exista el blanco roto, después de todo, podría no ser una tontería.