lunes, 28 de febrero de 2011

La Cabaña


Ante las peticiones de algún que otro internauta, le he dicho al pelícano que nos traiga esta vez un libro. Algo que pueda ser de interés, no demasiado denso pero con suficiente profundidad para que deje huella.
En nuestra vida nos vemos golpeados por sufrimientos de tal intensidad que dan la vuelta nuestra forma de ver el mundo. Se instalan en nuestra vida a veces de golpe y a veces poco a poco, pero nos sumen en el miedo, la soledad, el vacío, el desasosiego, la falta de aire que respirar... Nadie escapa a la realidad misteriosa del sufrimiento. Cuando estamos sumergidos en esa situación podemos caer en esta pregunta: ¿por qué? Y podemos desembocar en un razonamiento extraordinariamente "lógico": nadie que me quiere me haría sufrir así, luego Dios no puede existir o nos ha abandonado a nuestra suerte. Todo es fruto del azar. El mundo que habitamos es desolador, cruel. El sufrimiento no tiene ningún sentido.
He querido dejar estas ideas en el aire para presentaros este libro, titulado La Cabaña, y escrito por Paul Young (1955), escritor canadiense afincado en Oregón (EEUU). Hace tiempo oí hablar del libro y llamó mi atención por el fenómeno que había desencadenado en Estados Únidos, pero no se había editado en España. Ahora, que por fín ha llegado a nuestras librerías, es el momento de sacarlo a la luz. Para ello me voy a servir de la extraordinaria reseña que ACE Prensa publicó recientemente.
Paul Young escribió esta historia para su mujer y sus seis hijos y financió personalmente los gastos de la edición del libro. Era el primer libro que escribía y en él intentó volcar muchas de sus experiencias religiosas. Young vivió durante años en Nueva Guinea, donde sus padres estaban de misioneros. Más tarde, ya en su país, se licenció en Estudios Religiosos.
La Cabaña empezó a circular entre sus amigos y poco a poco se ha convertido en todo un fenómeno literario y religioso. Ha estado 32 semanas en la lista de libros más vendidos del New York Times, ya se ha traducido a 25 idiomas y ha vendido más de seis millones de ejemplares en todo el mundo.
Estamos, pues, ante un fenómeno insólito, pues la novela tiene como tema principal la relación del hombre con Dios sin recurrir, como viene siendo habitual en los últimos años, a fenómenos paranormales, experiencias esotéricas o libros que, como los del brasileño Paulo Coelho, se hace un mejunje sincrético de diferentes religiones, con los inevitables toques de filosofía oriental, la moda más interplanetaria y más políticamente correcta.
Aunque Young ha escrito una novela, La cabaña es uno de esos libros de difícil clasificación. Se trata de una novela sencilla y asequible a todos los lectores, con toques melodramáticos, pero cuyo argumento es la excusa para abordar cuestiones de mucho más calado.
Tampoco puede criticarse desde un punto de vista religioso, pues no se trata de un ensayo espiritual, ni un libro doctrinal, ni un libro piadoso, ni mucho menos catequético. La mezcla de intenciones, ingredientes y planteamientos es lo que hace que emitir cualquier juicio supone introducirse en un territorio resbaladizo.

Discutiendo con Dios
La Cabaña cuenta la dramática experiencia que viven Mack, el protagonista, y su familia. En una excursión a los bosques de Oregón que hace Mack desaparece Missy, la hija más pequeña, de seis años. Todo parece indicar que se trata, aunque su cuerpo no aparece, de un secuestro con posterior asesinato, pues las circunstancias son las mismas que otras desapariciones de niñas que conducen al mismo fin. Aunque Mack es una persona religiosa como toda su familia, lo sucedido le provoca una profunda crisis que enturbia su relación con Dios. Durante los años siguientes a la muerte de Missy entra en un largo periodo que él define como La Gran Tristeza, pues esos trágicos hechos siguen presentes en su vida interior y en el resto de los miembros de la familia.
Tres años después, Mack recibe una misteriosa carta firmada por “Papá” (nombre con el que Nan, su mujer, designa afectivamente a Dios), que le invita a pasar un fin de semana en la cabaña de Oregón donde encontraron algunos restos de Missy. Mack piensa que se trata de una broma macabra, o de una invitación del asesino y sin decir nada a nadie se presenta en la cabaña, asumiendo el absurdo de la nota recibida, del viaje y de toda la situación.
Y aquí comienza propiamente la novela, pues tras esta introducción se cuenta lo principal: el encuentro en la cabaña con el mismo Dios para abordar las diferencias que los separan.
Lo que viene a continuación es un exigente ejercicio religioso y literario de intentar explicar a los lectores contemporáneos la relación de Dios entre sí y con los hombres, relación que, en el caso de Mack, está condicionada por La Gran Tristeza y por el aparente desdén con el que Dios asume la trágica muerte de Missy.Salen a relucir ideas tan profundas como la reconciliación, el dolor, el perdón, la caridad y, sobre todo, el amor de Dios por cada una de sus criaturas. Y la libertad, que lleva a Dios a aceptar las consecuencias, a veces negativas, que tienen las acciones de los hombres, como sucede en el caso de Missy.

Para lectores alejados
Para la mayoría de los lectores, alejados de la vida religiosa y con una inexistente o débil formación en cuestiones espirituales, su lectura les ha llevado a una apertura a la trascendencia. La cabaña les ha ayudado a replantearse su vida y su relación con Dios, y a descubrir un Dios cercano, interesado en la vida de los hombres, que tiene sensibilidad ante el sufrimiento humano. Más mella ha hecho todavía en lectores con problemas personales o que atraviesan un periodo de dificultad por enfermedad, reveses familiares, crisis afectivas, etc. Otros lectores, más exigentes y con más experiencia personal en su relación con Dios, ven en la novela asuntos doctrinales que les chirrían. Por ejemplo, la representación de la Santísima Trinidad (especialmente del Espíritu Santo, un personaje con rasgos propios de cierta mentalidad New Age); el valor que se da a la Biblia; algunos comentarios de Jesús sobre la Iglesia y las instituciones; el papel que tienen los sueños y las revelaciones; las consideraciones sobre el infierno, etc. Un lector católico echará en falta referencias a los sacramentos o la Virgen. Pero tampoco cabe esperar que una novela intente abarcar una exposición teológica.
El libro ha tenido una especial acogida en el mundo protestante, aunque el autor, en una entrevista, ha confesado que “el libro no tiene que ver nada con cultura y religiones, sino que es una manera de comunicarse con Dios”. En la novela, evita el autor entrar en cuestiones que podían provocar una división o sembrar ideas polémicas que se aprecian de una u otra manera entre los protestantes y los católicos. En este sentido, Young se queda en el terreno de las generalidades –profundas generalidades-, actitud que lleva consigo también el peligro de adaptar la religión a las aspiraciones más subjetivas y sentimentales, dentro de una espiritualidad difusa.
El principal acierto de es que transmite a los lectores un auténtico sentimiento religioso y espiritual. Esta es su novedad. Su lectura puede provocar que los lectores que viven alejados de la religión y de Dios se planteen algún tipo de cambio o busquen más información o inicien un camino de vuelta a su religiosidad perdida. Sin embargo, conviene no olvidar que estamos ante una novela, con las ventajas y los condicionantes que esto supone.

viernes, 11 de febrero de 2011

El Papa, los preservativos y la presunción de tontería

El concepto de presunción de inocencia es el concepto que nos lleva presuponer que alguien es inocente hasta que se demuestre lo contrario, aunque los hechos nos sugieran lo contrario.
Para juzgar algunos asuntos empleamos esfuerzo y rigor. Sin embargo hay otros temas en los que renunciamos a ambos. De esta forma, hay realidades para las que utilizamos un cristal empañado. A veces lo hacemos porque tras el cristal nos encontraremos con algo que va contra nuestras opiniones, a veces por inercia social, a veces por prejuicios asumidos ciegamente.
Con la Iglesia existe el concepto de "presunción de tontería", que consiste en que se presupone que todo lo que la Iglesia dice en materia sexual es una tontería, sugieran lo que sugieran los hechos y no interesandonos mucho por demostrarlo.
Todos, en mayor o menor medida hemos podido asumir la "presunción de tontería" contra la Iglesia, así que tampoco hay que rasgarse las vestiduras. Sin embargo, es de justicia decir que cuando existe un esfuerzo sincero y abierto por conocer la verdad, nos encontraremos siempre con sorpresas. Puede que lo compartamos y puede que no, pero la profundidad y conocimiento en que se basan estas "tontas" afirmaciones superan con mucho lo esperado. No pretendo por tanto que todo el mundo esté de acuerdo con lo que dice el magisterio de la Iglesia, pero si ruego que se escuche y se entienda lo que quiere decir y por qué lo dice. Solo entonces podremos decidir si estamos o no de acuerdo. A veces lo hacemos al revés: decidimos que no estamos de acuerdo, y por tanto no escuchamos más.
Benedicto XVI se está forjando una historia con los preservativos cargada de "presunción de tontería", pero si analizamos los distintos acontecimientos llegamos a una contradicción.
1. El año pasado, durante su visita a África, el Papa hizo unas declaraciones que escandalizaron a medio mundo. Vino a decir que "los preservativos no eran la solución para el SIDA". La prensa y medio mundo interpretaron que era una afirmación temeraria e irresponsable, ya que los preservativos constituyen la principal fuerza de choque contra el sida en muchos países. Parecía el Papa querer dinamitar todas las campañas contra esta pandemia.
2. Hace un par de meses se anunció la publicación de un libro en el que se entrevista al Papa (Luz del Mundo). En este libro el Papa afirmaba, hablando de la prostitución masculina, que el preservativo podía constituir un primer paso hacia la moralidad. La prensa y medio mundo interpretaron que la Iglesia se abría al uso del preservativo como algo bueno al menos en algunos casos.

En el primer caso se deduce un Papa obtuso y totalmente cerrado a las evidentes bondades de los condones, incluso como arma contra el SIDA. En el segundo caso, ocurrido tan solo unos meses después, se muestra a un Papa que realiza una apertura histórica en la historia de la Iglesia, permitiendo como algo bueno los preservativos en algunos casos. La conclusión ¿este hombre dice primero una cosa y luego la contraria?
Una explicación es que diga lo primero que se le ocurre y por eso se contradice.
Otra es que se le haya ido la cabeza y no rija en sus opiniones.
Una lectura atenta de cualquier discurso al azar de los pronunciados por el Papa actual, nos hará descartar la falta de raciocinio y la improvisación, ya que enlaza conceptos con bastante soltura y lo hace de una forma pausada, sistemática y precisa.
Cabría entonces preguntarse si es que le hemos interpretado mal... y se abren tres posibilidades:
- se han interpretado mal las primeras declaraciones.
- se han interpretado mal las segundas declaraciones.
- se han interpretado mal ambas.

Yo defiendo esta última opción. Y lo hago en base a que quien escribe noticias en los medios (en su mayoría, que no en su totalidad), no conocen el magisterio de la Iglesia ni sus fundamentos. En contra de cualquier principio de rigor periodístico, se utiliza sencillamente la "presunción de tontería". Ni se preguntan el por qué ni quieren saberlo.

En el primer caso mencionado, el análisis de los resultados en todos los países cuya estrategia contra el sida se basa en la distribución de preservativos nos muestra que no se logra frenar la incidencia de la enfermedad en el mundo. Las tasa de nuevos contagios sigue siendo muy alta a nivel mundial (unos 2.600.000 personas al año según Onusida). El preservativo no parece ser la solución. Es más bien un obstáculo en el camino de la enfermedad, pero no la solución (vaya, lo que dice el Papa). Hace ya unos años que se ha apoyado desde la Iglesia la estrategia ABC, publicada a nivel científico por primera vez en la revista Lancet y también considerada por la ONU. Esta estrategia habla de tres niveles según su orden de aplicación:
1-abstinencia entre los jóvenes (Abstinence): retrasando la edad de inicio de relaciones sexuales.
2-fidelidad entre los adultos (Be faithfull): fomentando la pareja estable.
3-condón (Condom): cuando las anteriores no funcionan.
Para fortalecer los dos primeros puntos la Iglesia propone una educación que una la sexualidad con la expresión el amor, y fomentar el valor de la fidelidad en el amor humano. En resumen: humanizar la sexualidad como expresión de entrega al otro. Solo cuando los dos primeros niveles no se aplican, la opción del condón será un parche que minimizará el riesgo de contagio. La Iglesia no considera que se haga bien, pero el mal producido será menos intenso si se reduce el riesgo de contagio de una enfermedad que es mortal.
Hay algunos países, como Uganda o Filipinas, que tomaron este modelo como impulsor de sus estrategias para frenar el sida, con reducciones de contagios mucho más alentadores que en el común de los países con la estrategia "oficial".
La afirmación del Papa aquel día podrá ser muchas cosas, pero desde luego no es una tontería.

Respecto al segundo caso, os reproduzco la breve entrada "Crónica de un escándalo anunciado", del blog "La Iglesia en la Prensa" que deja este tema algo más claro:

El modo en que las palabras del Papa sobre preservativo y Sida/AIDS, en el libro “La Luz del Mundo”,  han sido presentadas por buena parte de la prensa manifiesta, desde mi punto de vista,  un problema preocupante: que el “sistema mediático” es incapaz de  recibir una afirmación matizada. Cuando digo “sistema”, me refiero a personas, pues el periodismo lo hacemos unas personas llamadas periodistas.
Puedo afirmar,  a través de varias conversaciones en estos años con gente implicada, que si “el Vaticano” -como se suele decir, así en general- no han abordado antes públicamente esta cuestión ha sido, precisamente, por la preocupación de que ocurriera lo que está ocurriendo: que se presentara como una “bendición” del preservativo por parte de la Iglesia.  Ahora Benedicto XVI ha asumido ese riesgo, usando una fórmula informal, la entrevista periodística.
El Papa ha dicho que el uso del preservativo en un acto ya de por sí inmoral (por ejemplo, prostitución), en algunas ocasiones puede ser un paso para la moralización, en el sentido de que puede servir para reconocer que no todo está permitido (veo que con mi acción puedo contagiar a otros de una enfermedad). Esa es la breve respuesta a una cuestión muy puntual, en la que no entra en otras consideraciones (como la eficacia o no del preservativo para evitar la transmisión de enfermedades, etc.). Y es que el Papa lo que propone no es eso: afirma que lo que hay que hacer –como única solución- es humanizar la sexualidad, luchar contra su banalización.
Mi glosa: entre matar con una pistola o con una bomba atómica, mi respuesta es no matar, pues se trata de un acto inmoral. Reconozco que es “preferible” matar con una pistola, pues produce menos víctimas. Eso no quiere decir que “apoye” el asesinato o el uso de las pistolas. Sostengo que lo que hay que hacer es no matar, sino al contrario, valorar la vida. (Ya sé que la comparación no es perfecta, pero a mi me ayuda para entender mejor de qué estamos hablando). Supongo que el tema seguirá de actualidad todavía por algún tiempo (lo que demuestra que esta obsesión con el preservativo da razón al diagnóstico del Papa sobre la banalización del sexo).

En el mismo libro "polémico" antes citado (Luz del Mundo, página 131), el Papa dice: 
"Por eso la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la lucha para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana".

Para profundizar:
Papa, preservativo y efecto Pavlov (La Iglesia en la prensa)
La estrategia ABC de prevención del sida (Jokin de Irala)
Crónica de un escándalo anunciado (La Iglesia en la prensa)