viernes, 29 de octubre de 2010

Bajo la piel

Hace poco me enteré que existe un organismo que se introduce bajo la piel y nos acompaña hasta la muerte. Se desarrolla lentamente, oculto a nuestros ojos. Esta forma de vida no produce dolor ni afecta a ningún órgano. Tampoco acorta nuestra vida, de forma que se hace prácticamente uno con nosotros en secreto.
Podría ser tan inocuo como muchas bacterias con las que convivimos a diario, pero lo inquietante es que afecta a las reacciones químicas que se producen en nuestro cerebro, y de este modo a nuestras decisiones.
Mi preocupación inicial se transformó en alarma cuando me di cuenta de que cerca del 95% de la población adulta está afectada. La población infantil está libre, pero a medida que crecen, y sobre todo durante la adolescencia, entran en contacto con este organismo y en un momento u otro, sin darse cuenta, lo tienen bajo la piel, creciendo en silencio.
Creo que sin duda estoy infectado. Es inquietante pensar que cuando apago la luz en una habitación, a oscuras, ya no estoy solo, sino que hay otra cosa que no soy yo dentro de mí. Y que algunas decisiones puede que no las esté tomando yo solo, sino "ayudado" por este compañero que ha contaminado mi cuerpo poco a poco.
No es un animal, ni de un virus, bacteria o parásito, sino una forma de pensar que se ha insertado tanto en nuestro interior que creemos que es parte de nosotros. Se trata del modo en que sentimos y entendemos nuestra sexualidad.
¿Cómo es esto posible? Durante mucho tiempo la sexualidad estuvo manchada por la culpa. El placer que conlleva hacía que se percibiera lo sexual como algo impuro, imperfecto, peligroso. Esa mancha de culpa se había filtrado tanto, que al intentar eliminarla nos llevamos también otras cosas. Y así se produjeron dos rupturas que han creado ese pensamiento que coloniza nuestras neuronas en silencio.
Primero se separó la sexualidad de la reproducción, de forma que podíamos tener una sexualidad "plena" eliminando la posibilidad de concebir. Después se separó la sexualidad del amor, de forma que podíamos tener una sexualidad "plena" sin sentir nada por el otro. Así hemos llegado a una sexualidad cuya plenitud se reduce al placer que podamos experimentar.
Pensamos que con esto hemos puesto la sexualidad en el lugar que se merece, y hemos abierto la veda a la caza del placer.
Esto podría ser cierto... si fuera verdad. Pero la realidad es otra. Intentamos eliminar de la sexualidad dos componentes que están insertos en su naturaleza, obteniendo con ello una sexualidad ultralight, reducida a su mínima expresión.
Elegimos cada gesto físico que realizamos entre personas para expresar diferentes cosas: un abrazo para un amigo necesitado, una mirada de atención para alguien que necesita hablar, un apretón de manos para quién que acabamos de conocer, ... Y de la misma forma, para expresar el amor profundo que podemos sentir por alguien elegiremos el gesto físico más adecuado, y ese conjunto de gestos conforma la sexualidad.
Así mismo, en las relaciones sexuales reside la posibilidad del ser humano de participar en la creación de una vida que antes no existía.
Siendo ambas cosas, amor y vida, tan importantes, las encontramos dentro de un envoltorio exuberante: un placer de extraordinaria intensidad vital. Se trata por tanto de un regalo profundo para el ser humano, envuelto en un papel brillante.

Sin embargo, al estar contaminados por este pensamiento que vive enterrado bajo nuestra piel, hemos vaciado el interior del regalo y pensamos que la sexualidad es solo papel de colores. ¿Y qué sentido tiene un regalo en el que solo existe el envoltorio y dentro tiene aire?

Así podemos vivir la sexualidad con una venda en nuestros ojos, como si el amor y la vida no existiesen. Y cuando estas dos realidades luchan por emerger, ese parásito que nos infectó se rebela con más fuerza, y nos impulsará a poner un parche aquí y otro allá. Pero con el tiempo, el amor y la vida acaban filtrándose por las grietas de una estructura que hemos creado imperfecta. Y entonces, nos encontramos con algo que no sabemos bien cómo manejar. Con un regalo que hace tiempo perdió su significado.
Esta forma simple de sexualidad se ha insertado en nuestro fluido sanguíneo, y está ya tan dentro que no solo es una opción, sino un derecho y una obligación. Así que si algún joven no está todavía domesticado por ese organismo palpitante, se hacen leyes y programas para que todos, y cuanto antes mejor, queden infectados.

Así vemos como desde instituciones oficiales se crean recursos para jóvenes con unos contenidos teñidos en mayor o menor medida por esta concepción. Por ejemplo, la Consejería de Salud Catalana ha creado Web Sexe Joves, o la Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid, la web Si te lias. De la misma forma surgen portales de educación sexual altamente impregnados de este pensamiento, como Sexpresan.
Y asistimos naturales a una modificación de la ley del aborto que obliga a los centros escolares a formar a los alumnos en Educación Afectivo Sexual, desde un enfoque similar.
Todas estas iniciativas cuentan con ciertos elementos de valor y nacen, no lo dudes, con la mejor de las intenciones. Pensando que se da la oportunidad al joven de vivir una sexualidad plena, sin represión ni culpa. Sin percibir que vivirlo así, nos incapacita poco a poco para degustar uno de los mayores regalos que hemos recibido en esta vida. Sin darnos cuenta de que estamos alimentando ese organismo extraño que respira bajo nuestra piel y que anestesia nuestra percepción de las realidades profundas de la sexualidad.
Y después, por mucho que escudriñemos cada palmo de nuestra piel y agudicemos nuestro oído intentando escuchar, no podremos oir su respiración ni sentir su palpitar. Pero está ahí debajo, en silencio.

5 comentarios:

  1. Tengo por amigo a un hombre que confiesa que es conocido en toda España, por no coger el mando de la tele, en los hoteles en los que se hospeda en sus viajes de trabajo. En los hoteles no tienes que buscar pornografía, directamente te la encuentras. "No construye mi matrimonio, alimenta mi egoismo, me esclaviza... mucha oración, y sobre todo la GRACIA de Dios me ha liberado, me siento salvado..." Comparto la experiencia totalmente, la sexualidad es un bien en mi matrimonio, es fecundo, genera una nueva vida, la de la comunión (y a veces la biológica).La cultura pansexual nos invade La epidemia es grande, pero existe "vacuna"

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  2. Escribes que: "algunas decisiones puede que no las esté tomando yo solo, sino "ayudado" por este compañero que ha contaminado mi cuerpo poco a poco". Pregunto: ¿incluso la decisión de escribir lo que escribes?

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  3. Otro dijo:
    Vaya... buena pregunta.
    El "compañero" que describo en la entrada me puede influir en otro ámbito, pero no en el de escribir. Precisamente el descubrir que estaba ahí me dió la claridad suficiente para escribir esto.
    Sospecho que hay otros pasajeros de incógnito, parásitos y virus del pensamiento que me acompañan e influyen en mis decisiones, pero no los he identificado... todavía

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  4. Esos "compañeros" nos influyen en todos los ámbitos: es la ideología. Reconocer nuestros defectos no los elimina. Se está en el camino pero...¡anda que no es largo!

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  5. Esto no es un comentario, es una pregunta dirigida a "Otro", el autor del comentario anterior: ¿a qué te refieres exactamente cuando escribes: "reconocer nuestros defectos no los elimina. Se está en el camino pero...¡anda que no es largo!??

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