lunes, 4 de noviembre de 2013

Pascal y Dios

Blaise Pascal fue un matemático francés del siglo XVII (1623-1662). Sus contribuciones a las matemáticas y las ciencias naturales incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas, aportes a la Teoría de la probabilidad, investigaciones sobre los fluidos y la aclaración de conceptos tales como la presión y el vacío. Después de una experiencia religiosa profunda en 1654, Pascal abandonó las matemáticas y la física para dedicarse a la filosofía y a la teología.
Pascal apostaba por una doble vía de acceso al conocimiento: el de la razón y el del corazón y la intuición. Decía al respecto:
«Conocemos la verdad, no solamente por la razón, sino también por el corazón; de esta segunda manera es como conocemos los primeros principios, y es inútil que el razonamiento, que no tiene parte en ello, trate de combatirlos. [...] Porque el conocimiento de los primeros principios, tales como el que hay espacio, movimiento, números, es tan firme o más que el que nos confieren todos nuestros razonamientos. Y es menester que la razón se apoye sobre estos conocimientos del corazón y del instinto, y que fundamente en ellos todo su discurso [...] Y es tan inútil y ridículo que la razón pida al corazón pruebas de sus primeros principios, para poder asentir a ellos, como lo sería que el corazón pidiera a la razón un sentimiento de todas las proposiciones que demuestra, para querer recibirlas».

Pero una de las más curiosas aportaciones de Pascal fue el "argumento de la apuesta" sobre Dios. No intentó (como Santo Tomás, San Anselmo o Descartes) probar de forma racional si Dios existe o no, sino que intentó probar si al hombre le convenía más creer en Dios o no creer en él.
Pascal considera, pues, necesario replantear el problema de Dios no ya desde la razón
teórica, sino desde la razón práctica. Es necesario apostar o elegir vivir como si Dios existiera o como si Dios no existiera.

El argumento puede presentarse así: o Dios existe o no existe.
Ante esta incertidumbre, al ser humano sólo le quedan dos posibilidades: o apostamos (en el sentido de conversión total) en un sentido o en el otro.
Ahora bien, las consecuencias prácticas de cada una de tales apuestas no son las mismas:
- Si apostamos en el sentido de que el Dios del Cristianismo existe y ganamos (existe realmente), entonces ganamos el acceso a una vida eterna (todo) y no hemos perdido nada. Si, por el contrario, perdemos (no existe), ¿qué es lo que realmente hemos perdido?. Alguien podría decir que hemos perdido una vida de disfrute al margen de las limitaciones de los mandamientos de Dios, pero una vida así es discutible que sea más feliz que una vida ordenada por principios morales.

- Si apostamos por que el Dios del Cristianismo no existe y ganamos (no existe realmente), no ganamos nada puesto que nuestra existencia llegará a su fin. A lo sumo, habríamos ganado una vida al margen de cualquier límite puesto por los mandamientos de Dios, aunque esto es bastante discutible, como comentaba antes. Por el contrario, si perdemos (existe), lo perdemos todo.

No se puede simplemente rehuir racionalmente una elección dado que en una de ambas posibilidades (que Dios exista) se juega la vida eterna.
El dilema se plantea como sigue:
- Si apostamos por que Dios existe y vivimos como tal: o bien perdemos una vida finita y vana, o bien ganamos la vida eterna.
- Si apostamos porque Dios no existe y vivimos como tal: o bien ganamos una vida finita y vana o bien perdemos la vida eterna.

En el momento de su prematura muerte, Pascal llevaba acumulados más de 1000 papeles (en 60 fajos) en los que desarrollaba su pensamiento sobre el hombre, la religión y otros temas.
Se publicaron años después de su muerte, en 1670, bajo el título "Pensamientos de Pascal sobre la religión y otros temas". En las profundidades de esta inmensa obra póstuma aún respira la famosa "Apuesta de Pascal", según la cual la fe en Dios no solo es acertada sino también racional, porque: «Si ganan, lo ganan todo y si pierden, no pierden nada» (Laf. 418).

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